La historia de Angie P.
Angie, de 62 años, se crió en el área de Cincinnati siendo la hija del medio de dos predicadores. Comenzó a fumar cigarrillos mentolados a los 15 años porque veía a su madre fumar y quería imitar lo que ella creía que era un comportamiento adulto. Esto dio inicio una lucha con la adicción a la nicotina que duraría 26 años.
De niña, nunca sintió que perteneciera a su familia o a su comunidad. Se dio cuenta desde muy joven de que le gustaban las chicas y pensó que ser gay sería difícil de aceptar para su familia. Cuando se sentía enojada o herida, fumaba cigarrillos mentolados para tratar de sentirse mejor.
Después de la escuela superior, se mudó a Las Vegas para seguir una carrera como cantante profesional. Era común que se fumara en los clubes nocturnos y casinos donde actuaba, al igual que consumir alcohol y otras drogas. Angie comenzó a beber mucho y a consumir drogas. Mirando hacia atrás, cree que el haber empezado a fumar desde joven ayudó a facilitarle el camino hacia el consumo de alcohol y otras drogas. Angie perdió el control de su vida y durante dos años vivió en la calle. A los 32 años, pudo obtener ayuda profesional para dejar de consumir alcohol y sustancias. Sin embargo, la única adicción con la que seguía luchando era la del tabaco. Pasarían otros nueve años antes de que dejara de fumar para siempre.
Hoy en día, Angie comparte su historia de recuperación para ayudar a otras personas a luchar contra su propio consumo de sustancias. “Mi esperanza es ayudar a otras personas, especialmente a personas LGBTQ+, a comprender lo que las empresas tabacaleras intentan lograr con su publicidad, y decirles que no vale la pena fumar”, dice Angie. “Sus vidas y su salud valen más”.
La biografía de Angie P.
Angie, de 62 años, comenzó a fumar cigarrillos mentolados a los 15 años. Su madre los fumaba y Angie quería imitar lo que ella creía que era un comportamiento adulto. “Había toda una imagen relacionada con el cigarrillo”, dice Angie. “Cuando era más joven, era lo que veía hacer a mi mamá, y ella era una mujer hermosa. Todo lo que veía era una chica elegante y un cigarrillo”.
Al criarse cerca de Cincinnati siendo la hija del medio de dos predicadores, Angie siempre se sintió diferente. Nunca sintió que perteneciera a su familia o a su comunidad. Sabía que le gustaban las chicas y pensó que ser gay sería difícil de aceptar para su familia. En la escuela superior, Angie comenzó a salir con amigos que fumaban cigarrillos y bebían alcohol.
“Créeme, fueron momentos difíciles”, dice. Angie se dio cuenta de que encendía un cigarrillo cada vez que se sentía herida o enojada, y llegó a fumar hasta dos paquetes al día cuando era adolescente. Ella conectó el sentirse mejor con la sensación de “frescura” de fumar un cigarrillo mentolado.
Después de la escuela superior, se mudó a Las Vegas para iniciar una carrera como cantante profesional. A menudo actuaba en el escenario de casinos y clubes nocturnos con un cigarrillo en la mano. Empezó a beber mucho y a consumir otras drogas. El consumo de sustancias de Angie se apoderó de su vida, y durante dos años vivió en la calle. A los 32 años, al darse cuenta de cuánto dolor le causaba el consumo de sustancias, buscó ayuda profesional y pudo dejar de consumir alcohol y otras sustancias. Sin embargo, la única adicción con la que seguía luchando era el tabaco.
Su voz también sufrió. Después de años de fumar con regularidad, Angie tenía problemas para sostener las notas o mantener la voz clara al cantar. “Era absurda la forma en que vivía”, dice. “Y ahora la estoy pagando”.
Cuando tenía 41 años, Angie escuchó una conversación en un restaurante que cambiaría su vida. Un grupo de personas hablaba de un programa que usaba un medicamento para dejar de fumar llamado como bupropión. Inspirada, salió inmediatamente del restaurante y se inscribió para participar en el programa. Una semana después de inscribirse, Angie dejó de fumar para siempre.
Hoy en día, comparte públicamente su historia de recuperación para ayudar a otras personas que luchan con el consumo de sustancias. Cree que es vital ayudar a las personas a sobrellevar los problemas sin depender de los cigarrillos, el alcohol o las drogas. Además, se ha dado cuenta de la publicidad agresiva que hace la industria tabacalera de los cigarrillos, especialmente los cigarrillos mentolados, y en particular para llegar a las comunidades LGBTQ+ y de color. Como persona gay y afroamericana, siente que las empresas tabacaleras se aprovecharon de ella para obtener ganancias con un producto dañino.
“Mi esperanza es ayudar a otras personas, especialmente a personas LGBTQ+, a comprender lo que las empresas tabacaleras intentan lograr con su publicidad. Les diría que no vale la pena fumar”, dice Angie. “Sus vidas y su salud valen más”.
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